CURADORA Y CRÍTICA DE ARTE
José Gamarra
Museo Figari
ArtNexus, #124 (junio-noviembre 2025)
El primer piso del Museo Figari albergó una muestra en homenaje al artista uruguayo José Gamarra [1934], en el marco del XXVIII Premio Figari –el más importante reconocimiento a la trayectoria para artistas visuales en Uruguay, otorgado por el Banco Central del Uruguay desde 1995–, que le fue entregado en reconocimiento a sus más de setenta años dedicados al arte.
Esta exposición antológica, curada por Manuel Neves, nos propone una síntesis por las distintas etapas de la obra de Gamarra. En un recorrido cronológico por cuatro pequeñas salas, accedemos a un repaso sucinto por sus distintos trabajos. Cabe destacar que en 2023 se realizó una extensa muestra antológica del artista en el Museo Nacional de Artes Visuales, ya que era un debe de la institución y fue la coronación de la donación por parte del artista de 31 obras de su autoría al museo.
A lo largo del cuerpo de obra de Gamarra podemos identificar claramente dos momentos significativos: el de los signos y el de las selvas. Todos estos cuadros se nos presentan como familiares y reconocibles en su quehacer artístico. Sin embargo, en sus inicios el artista indagó sobre el género del retrato, la naturaleza muerta y el bodegón. En la primera sala nos encontramos con una serie de retratos de mujeres Dama en rojo, Dama en azul y Dama en gris, en los que podemos apreciar un acercamiento al cubismo [la obra de Picasso lo marcó en gran medida], la esquematización y geometrización de las formas.
Entre 1960 y 1964 desarrolla su serie Signos. Se trata de signos abstractos y caligráficos, cargados de una suerte de lenguaje latinoamericano. Durante este período, en sus obras predominan los colores ocres y marrones, los tonos bajos y sombríos; su obra se vuelve casi monocromática. Llega a esta serie a partir de un devenir de las naturalezas muertas; los bodegones comienzan a mutar y dan lugar a la aparición de una especie de máquinas con elementos abstractos y sintéticos, que luego se van convirtiendo en signos. También surge en respuesta a la visita del reconocido artista catalán Antoni Tàpies a Montevideo [1959]; a partir de ahí, el informalismo y la obra matérica comienzan a hacerse un lugar en la escena local, y los signos aparecen como un juego. La utilización del óleo, en combinación con otros materiales en polvo, le permite a Gamarra dibujar sobre el lienzo y la materia, lo que se aproxima a escribir sobre el cuadro. Podemos captar su uso del esgrafiado en Pintura 64, en donde hay una búsqueda por una identidad y grafía propias.
Para este artista, una pintura debe tener alma y debe comunicar una idea; de lo contrario, no tiene razón de ser. Este es un punto clave que atraviesa toda su producción artística, ya que el concepto y el relato detrás de cada pieza nunca dejan de estar presentes.
A partir de 1964, una vez instalado en Francia definitivamente, habiendo pasado una estancia en Brasil, comienza a desarrollar un nuevo lenguaje, el más característico y reconocible de su obra: las selvas. Gamarra encuentra en el paisaje selvático un espacio para la expresión y denuncia de las diferentes situaciones políticas y sociales que azotan a Latinoamérica. La selva no es una invención suya, sino que responden a la mirada europea, que deposita en la selva lo ominoso, exuberante y desenfrenado del continente americano. Al tomar esta imagen, el artista realiza una doble operación antiimperialista: se reapropia de la imagen y el paisaje selvático, y los subvierte arrojando nuevos significados.
Es a partir de este recurso que crea su lenguaje personal, que se extiende hasta nuestros días. Gamarra redescubre el color y lo incorpora a su obra en Europa, sobre todo el azul y el verde. En este extenso conjunto de trabajos, lo figurativo da lugar a un relato mágico y simbólico, donde cada figura queda asociada a un significado específico que se complementa con los demás elementos y el contexto para construir el sentido de la obra. En estos lienzos conviven personajes pertenecientes a momentos históricos muy disímiles, como un Hernán Cortés, un Superman o un tanque de guerra. Así, nos propone un diálogo o contrapunto, temporal y geográfico, que cuestiona la historia de América y las fuertes relaciones de poder y sublevación que se establecen con Estados Unidos y Europa.
Si bien su obra es directa, el uso de los elementos figurativos de manera simbólica le permite apelar a lo absurdo, la ironía, y a cierto sentido del humor. De igual manera, los títulos de sus obras son muy sugerentes, aportan al desentramado y a la profundización conceptual de estas. Este es el caso de A propósito de las vías de comunicación y Las tentaciones de Hernán Cortes II, que nos adentran en la trama de la pintura con un marcado tono irónico.
En sus cuadros, Gamarra genera relatos posibles al servicio de una denuncia política, social, económica y medioambiental. Es a partir de la historia del continente americano, la condición de indígena y su interés por la naturaleza que genera su lenguaje pictórico, que aún hoy resulta atinado para pensar el pasado, el presente e, incluso, el futuro de nuestro continente.